domingo, 22 de novembro de 2015

LA REINA DE VENEZUELA

Consuelo Prego Solís (Laraxe, Cabanas, 1921) . Decir que uno firmaría 
donde hiciera falta por llegar a su edad con su cabeza y su salud no es
ninguna exageración. Gran conversadora, viuda y sin hijos, hace unos 
años decidió mudarse desde su casa de toda la vida, que se le hacía grande, 
a la residencia Geriatros, de Santiago. Da gusto visitarla y oírla.
-¿Cómo es que decidistes cambiar abuela?
-Te voy a ser sincera: yo me defendía bastante bien económicamente. 
Pero como no tengo hijos, mis sobrinos teneis vuestra vida en Ferrol.
Cuando quedé viuda, hace veintitantos años, me desmoroné un poco. 
Pero luego lo pensé y dije: «¿Qué hago estando aquí, amargada?
¡Tengo que abrirme un poco al mundo! Así que empecé a viajar un poquito,
a salir... Pero me sentía sola. Sí, tenía una mujer que me venía a ayudar, 
gente que me visitaba, pero el día se me hacía muy largo. Así que hablé 
y propuse venirme a una residencia.
-Y la decisión fue para bien...
-El tiempo que llevo aquí me siento a gusto. Pero, mira, no nos 
vamos a engañar, la casa de uno es la casa de uno. Ahora, bendita la
hora en que vine.
-¿Has conocido ya a mucha gente?
-Sí, y mucha gente me ha conocido a mí. Y no soy nadie, pero me 
respetan, que es lo que más me gusta. Y yo respeto a todos y cada uno 
de los que están aquí. ¡Y de los mandos ni hablemos!
-Tuviste un restaurante en Venezuela...
-El restaurante Carso, muy bonito, de lo mejorcito. Todavía existe, está en la avenida Francisco de Miranda, uno de los mejores de Caracas.
-La gente vuelve a emigrar, la economía va mal. ¿Cómo lo ves abuela?
-Yo no tengo carrera, tengo la carrera de la vida. En el mundo hay los 
que no saben administrarse y los que no saben administrarnos a nosotros.
Y donde no se sepa administrar un hogar o una nación nunca bien irá. 
En la vida hay que administrarlo todo, hasta la salud. Y te lo digo yo que
no la administro, porque fumo.

-¿Por algun motivo?
-En Venezuela trabajé primero en una pastelería de unos suizos que no hablaban español. Y después en una casa de modas de las más elegantes
del país. Allí se vestía la flor y nata de la sociedad, las mujeres de los ministros... Había la costumbre de sentarse con ellas en un saloncito a
hablar de la moda y yo me quedaba con ellas porque les gustaba que les
diera mi parecer. Entonces, sacaban un pitillo y también me ofrecían. Pero 
yo lo rechazaba. Un día lo presenció la directora y me dijo: «Consuelo, me tiene que hacer un favor. Aunque lo queme en las manos, encienda el pitillo, 
no les haga el desprecio». Y así empecé, me quemé yo. 
-¿Sigues las noticias?
-Sí, por la tele y la radio. El periódico no puedo leerlo, tengo la
enfermedad de la mácula y veo poco. Pero lo que me gusta de verdad 
es el tenis, no me lo pierdo por nada. Soy de Nadal a ciegas.
-¿Votarás en las elecciones?
-Yo voté siempre.
-Si pudieras repetir tu vida, ¿lo harías?
-Sí, aunque solamente fuera por ver a mi esposo.
-¿Quién enamoró a quién?
-Mutuamente, aunque él me hizo algunas canalladas [se ríe].

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